Paso 1: Lavar la lana
Después de haber esquilado, el primer paso para poder aprovechar esa lana es lavarla.
Lo mejor es probar varias técnicas y quedarse con la que más se adecue a ti. Hay quien la lava en el río, hay quien prefiere el lavadero y quien no sale de casa para lavarla. Hay quien prefiere empezar con agua caliente directamente y quien no quiere que su lana toque el agua caliente. Hay quien usa jabones, hay quien no. Hay quien usa orina, hay a quien le da mucho asco. Hay quien lo mete en unas bolsas de maya, hay quien lo pone en cestas de mimbre y hay quien la lava suelta.
Es un proceso que gasta mucho agua. Por eso algunas personas prefieren usar agua caliente y jabón desde el principio, ya que reduce la cantidad de agua necesaria. Lo importante es que el agua esté a la misma temperatura y no presionar ni agitar la lana para evitar un fieltrado innecesario.
Nosotros empezamos el proceso con agua de lluvia, fría, recogida en un aljibe. El agua dura parece dejar las fibras más rígidas, así que nos decidimos por el agua de lluvia. Después de llenar el fregadero o el balde donde vayamos a lavar, metemos lana (previamente seleccionada) en una bolsa de maya y la ponemos en agua. Movemos la bolsa de arriba a abajo, hacia los lados, intentando que suelte la mayor cantidad de suciedad posible. La sacamos del agua y mientras gotea cogemos agua limpia para volver a repetir. Cuando el agua de lavado ya queda más o menos limpia procedemos a quitarle la lanolina.
El agua caliente, la orina y los jabones son claves para eliminar la lanolina. Al ser una grasa, no se disuelve en agua y no la eliminamos con el proceso anterior. Nosotros utilizamos sólo agua caliente. Ponemos la lana ya lavada en un recipiente con agua a la misma temperatura que todo el proceso anterior y vamos, progresivamente aumentando la temperatura (bien añadiendo, sin agitación, agua caliente o calentando). Una vez alcanzados los 50ºC dejamos reposar unos 20 minutos para permitir que la lanolina se vaya soltando de las fibras. Repetimos una vez más, cambiando esta vez la lana a un recipiente con agua a la misma temperatura. Hecho esto, sacamos la bolsa, dejamos gotear y luego ponemos la fibra a secar sobre una toalla.
En total, solemos necesitar una media de cuatro lavados en agua fría y dos en agua caliente. Sólo utilizamos jabones cuando la lana está muy sucia en el lavado en agua caliente. Este proceso sigue dejándole un olor a lanolina y, en ocasiones, un tacto un poco oleoso, pero no importa porque en todo el procesado siguiente (cardado, hilado, teñido, fieltrado…) irá desapareciendo. De hecho, hay hilanderas que te recomiendan hilar antes de lavar, porque resulta más fácil (la lanolina facilita que las fibras se adhieran unas a otras en la torsión) y porque la pieza final será más resistente al agua.
Al final, todo depende de tí y del uso final de esa lana.